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Fagor Ederlan Usurbil

Algo de fondo


jueves, 9 de diciembre de 2010
La reunión de Cancún se celebra en un ambiente de pesimismo generalizado, baja presencia máximos de responsables políticos y escasa repercusión mediática. 
 
Se han iniciado tímidas movilizaciones sociales, pero al día de hoy quedan muy lejos de las celebradas en Copenhague. Todo debido a una mezcla de fatalismo, pésima coyuntura política y de ocultamiento tras la crisis económica que tan severos efectos está teniendo.

 
Como muestra de que en el cambio climático no hay ningún indicio de mejora, tres datos significativos producidos en el último mes:
La NASA ha hecho público un informe en el que prueba que la temperatura de los grandes lagos del mundo ha crecido 1,35 ºC en los últimos 25 años. Una subida de temperatura que, aunque abre ciertos interrogantes científicos, se ajusta bien a las predicciones más pesimistas de los modelos climáticos.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha hecho público su boletín sobre las concentraciones atmosféricas de los gases de efecto invernadero correspondiente a datos medidos en 2009. Un año más aumenta la concentración atmosférica de todos los principales gases de efecto invernadero.

Recientemente Geoscience ha publicado una previsión sobre las emisiones mundiales de 2010 también preocupantes. Si bien las emisiones mundiales descendieron en 2009 por efecto de la crisis, en 2010 parece que crecerán en un 3 %.

Nada hay por tanto que justifique la pasividad que rodea la cumbre de Cancún.
Japón ya ha hecho público su deseo de no prolongar mas allá de 2012 (fecha en la que caduca) el protocolo de Kyoto.
En EE UU las cosas también han ido a peor. Su reforma legal que permitía reducir modestamente las emisiones se encuentra varada en el Senado.
Otro tanto ocurre con la UE, que fue la principal impulsora del protocolo de Kyoto en 1997, que ha aumentado hasta 27 países muy poco preocupados por los asuntos ambientales.
De otro lado los Nuevos Países Emergentes siguen empleando una retórica victimista en la que señalan la responsabilidad histórica de los países industrializados (por lo demás completamente cierta) para justificar una inacción total.

Un panorama por tanto nada optimista.
Ladislao Martínez

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